Este restaurante desborda sensibilidad y calidez, es un homenaje y una despedida a alguien que ya no está en este plano.
Es una mezcla ecléctica de lenguajes orientales, conceptos del Wabi Sabi japonés, evocando la belleza de lo imperfecto, con sus paredes patinadas por el tiempo (hechas a mano por Estudio Adán Cárabes), la imagen de acceso, el SHODO, representa “el camino de la verdad” con el mural de acceso, de un niño tocando su propia muerte; contrastando con otro mural realizado en pastel de la MUJER PESCADO, que como una sirena, hechiza a todo aquel que entra a este espacio, seduciendo con sus abundantes y deliciosas carnes.
Grandes arcos antiguos Indios, de Rodrigo Rivelo Lake, así como una selección acertada de árboles y elementos verdes llevan al usuario a una sensación idílica, paradisíaca y mística.